Casualidades perversas y vocablos horribles

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Cuando trabajaba como corrector de pruebas en Caracas tuve que lidiar, en cierta ocasión, con un veterano editor al que no le gustó que tachara la palabra preveer. Es común que la gente, por asociación quizás con el verbo proveer, le ponga doble e al verbo prever, error que además suele extenderse hasta las múltiples variaciones de su conjugación.

Ante la negativa del editor a escuchar razones, le propuse que consultara el Drae, algo que en aquellos años preinternéticos no era tan sencillo como hoy en día. Así que tomó el diccionario que tenía más a mano y, por supuesto, vio que el horrible preveer no estaba reseñado, mientras que prever sí que aparecía y con el significado que él quería imprimirle al artículo en cuestión.

Su respuesta fue tajante: este diccionario es malo.

Muchas personas suelen aferrarse a un conocimiento empírico, y veloz por demás, del idioma, basados en sus preferencias auditivas y en no pocas casualidades perversas, algo que en esta discusión de la Wikipedia llaman «etimología creativa»: se escucha un vocablo en boca de alguien a quien se le ha concedido cierta autoridad y, por extensión, se considera correcto el vocablo en cuestión. En el caso de preveer es fácil hallar ejemplos en Internet, medio plagado de errores donde los haya. Gente que te cobra por enseñarte a hablar mal, por ejemplo, o el patetismo de este sitio, que se llama a sí mismo «Internet en la educación» y que depende del Institut de Ciències de l’Educació, de Tarragona. Un preveer demasiado garrafal como para pasarlo por alto.

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