Separado de su hijo, a quien sólo pudo ver en sus últimos minutos, sin poder dormir y conviviendo con las ratas y su excremento, el poeta Miguel Hernández apenas había rebasado los treinta años cuando la tuberculosis lo consumió en el penal de Alicante.
Ahora el escritor español Antonio López Alonso ha publicado A Miguel Hernández lo mataron lentamente, donde, en una imposible primera persona, el poeta cuenta cómo se las ve de frente con su calvario, en una patografía —una biografía desde el punto de vista médico— que delinea una teoría médica sobre su muerte.
Categoría: Paparazzi
Bue, eso se apreciaba ya en aquello de «umbrío por la pena, casi bruno…» y que termina con esa frase tan verídica «¡tanto penar para morirse uno!».
(espero haber colocado las comillas adecuademente 🙂
Gracias por interesarte por el libro de Antonio López Alonso. La verdad es que es un estudio médico sobre las condiciones de las cárceles de la época muy bueno. Y sus conclusiones sobre cómo se destrozó la salud el poeta de cárcel en cárcel son escalofriantes.
Un abrazo