La vida es sueño

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Jan GrzebskiRip van Winkle estaba obstinado de sus problemas y salió a cazar. En las montañas lo alcanzó un extraño personaje que cargaba consigo un barril de licor, y se dispuso a ayudarle. Llegaron a un anfiteatro de piedra donde otras personas, no menos extrañas que el hombre del barril, jugaban a los bolos con expresión de absoluta seriedad. Allí se embriagó el despistado de Rip y se quedó dormido, despertando veinte años después para regresar a su pueblo, que ahora le era completamente desconocido.

Algo parecido, aunque se trata de una historia no tan pintoresca, le ocurrió a este señor polaco llamado Jan Grzebski. Hace diecinueve años se dio un golpe en la cabeza y cayó en coma. Los médicos, quienes poco después le diagnosticaron además un cáncer en el cerebro, no le dieron mucha esperanza a Gertruda Grzebska, la esposa del durmiente. Hastiada del pesimismo de los galenos y de los amigos que le preguntaban cuándo le aplicaría la eutanasia, un buen día se lo llevó a casa para cuidarlo con un esmero que no declinó en todo este tiempo.

Finalmente, Jan despertó. Lo que ha visto desde entonces no deja de maravillarlo: ha caído el comunismo, la gente habla con extraños adminículos que además toman fotos y se conectan a una tele multitudinaria que llaman Internet, cualquiera puede comprar lo que quiera donde quiera. Ahora Jan vive en un futuro insospechado donde la mejor parte, dice con su sonrisa tímida, es la presencia de once nietos, nacidos todos durante su largo sueño.

Para los curiosos: “Rip van Winkle”, de Washington Irving.

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6 thoughts on “La vida es sueño

  1. Existe una pelicula mexicana que tiene este tema justamente, el del señor polaco, se llama «El bulto», es casi igual.

    Lo que me parece extraordinario es el amor de la esposa, cada hora, durante 19 años, le ayudaba a que tuviera otra posición para que no le salieran llagas. Este señor se duerme en un mundo y despierta en otro, que cosas tiene la vida.

  2. ….. Y los sueños, sueños son. »

    Mi padre estaba con la memoria de vagancia, pero mi madre tomó cuenta de todas las responsabilidades y del mando también. Tomo para sí el carro y el derecho de decidir sobre lo que ellos habían cosechado durante su vida.
    Cuidaba a mi padre con mucho amor, mismo que el no fue la persona más cariñosa del mundo.
    Una vez, volviendo de un viaje a Manaus, traje conmigo un saquito de una receta de hiervas que prometían mejorar la memoria. Había que colocar una cucharadita todos los días en el café.
    Transcurridas dos semanas, mi padre daba muestras de mejoría, recordando las cosas con más rapidez que con la que las perdía. Pero estaba » trayendo » consigo de vuelta, su personalidad áspera y grocera.
    Entonces fue que mi madre me llamó aparte para decirme lo siguiente: » Mira carajo, se acabó el tratamiento. Prefiero al viejito tranquilo que yo cuido, al tener otra vez a ese coñemadre jodiendome la paciencia «.

    Decidí comprender que a esas alturas de la vida, era mejor que ellos vivieran su última historia de amor….. y botamos el saquito de hiervas.

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