Cuenta el poeta Otto-Raúl González que cuando estalló la Revolución de Octubre en Guatemala contra Ubico, por allá del año del señor de 1944, él participó en las manifestaciones para derribar al dictador y en una de ésas un soldado de caballería le asestó un sablazo en la cabeza.
Otto refiere que quedó tirado en la calle y que sus amigos y camaradas al verlo bañado en tanta sangre lo dieron por muerto; se dio incluso el hecho de que el poeta, también guatemalteco, Carlos Illescas, le escribiera una sentida esquela.
A más de medio siglo de distancia, Otto-Raúl, siempre con el buen humor a cuestas, y con un caballito de tequila entre los dedos deja escapar una sonora carcajada que Crónica celebra plenamente: “Y desde entonces, por el mes de junio, la herida me sangra todos los años”.
La historia es del año 2004, cuando el poeta Otto-Raúl González presentaba su libro de cuentos Sea breve. Uno de los cuentos:
Y cuando Tito Monterroso dijo que mis cuentos breves estaban bien, todavía estaba aquí.
La herida de Otto-Raúl González sangró por última vez el pasado 23 de junio. En la imagen de arriba, Augusto Monterroso (de boina) con el poeta.