Una leyenda negra rodea a todos los mandatarios en todas las latitudes, y es la que los retrata consultando a astrólogos, brujos y charlatanes de otras yerbas para tomar las más importantes decisiones de Estado. Es posible que en muchos casos se trate de circunstancias reales, pero en otros quizás sólo sea el resultado de un retorcido optimismo por parte de los adversarios del líder, que por querer verlo como un ignorante, capaz de dejarse cautivar por el estafador de turno, descuidan el abordaje de la crítica sustancial y certera.
Llego a la vida de Karl Ernst Krafft tras leer sobre el húngaro Ludwig von Wohl, un astrólogo contratado por el Servicio Secreto británico durante la segunda guerra mundial para intentar adelantarse a los pasos de Hitler. Nacido en Basel en 1900, Krafft era matemático de profesión y experto en estadísticas, lo que le era de gran utilidad para desarrollar su verdadera pasión: la astrología. O «astrobiología», como él pomposamente llamaba a su propia versión del estudio de los astros y su influencia sobre los individuos.
Una exitosa predicción lo salvaría, en los años 30, de la persecución que desplegó el nazismo sobre los ocultistas. El 2 de noviembre de 1939 le escribió una carta a Heinrich Fesel —un experto en logias secretas que trabajaba para Himmler— pronosticando que, entre el 7 y el 10 del mismo mes, Hitler sufriría un atentado. El 8 de noviembre Hitler celebraba, en la cervecería Bürgerbräukeller de Munich, el 16º aniversario de su fallido golpe de estado de 1923 (sí, por allá también celebraban esas cosas). Una bomba colocada por Georg Elser estalló ese día, poco después de que el führer y su corte abandonaran el local, y la suerte de Krafft cambió de repente.
Fesel telegrafió entonces a Rudolf Hess comentándole que Krafft había predicho el atentado y, como era previsible, el astrólogo fue hecho prisionero. Caer en manos de la Gestapo era lo único que Krafft necesitaba: cuando se comprobó que no tenía nada que ver con el atentado, fue absorbido por el Ministerio de Propaganda para ayudar a Josef Goebbels a «descubrir» las profecías de Nostradamus que favorecían a Hitler.
Al año siguiente estaba ya haciéndole su horóscopo personal al führer. Y, aunque nunca llegó a conocerlo en persona —el horóscopo fue entregado a un asistente—, una predicción suya sobre la Operación Barbarroja contra la Unión Soviética terminó de ganarle la confianza del líder y empezó a ser tomado en serio para las decisiones relacionadas con el curso de la guerra.
Pero fácil viene, fácil se va. En 1941 Hess vuela solo en un bimotor a Escocia con la supuesta misión de negociar la paz, pero su avión es derribado y él es capturado, en uno de los más extraños episodios de la guerra. Hitler se encoleriza contra su otrora colaborador y, en represalia, recrudece la persecución contra los ocultistas, que habían sido de alguna manera protegidos de Hess.
Krafft es enviado a prisión por un año y, al salir, el nazismo lo reengancha para ponerlo a hacer las cartas astrales de los generales y almirantes aliados, información que era utilizada para decidir las acciones a tomar. Pero la prisión le ha dejado estragos psicológicos y empieza a sufrir delirios persecutorios; para colmo, su predicción de que el Ministerio de Propaganda sería destruido por bombas británicas fue considerada una amenaza por la Gestapo, que volvió a ponerlo tras las rejas. Moriría en enero de 1945 mientras era trasladado al campo de concentración de Buchenwald.
Del lado británico, Ludwig von Wohl era el encargado de predecir los pasos de los alemanes. Su método era simple: conocía el trabajo de Krafft, lo que le permitía, con los mismos datos, llegar a las mismas conclusiones. Se dice que fue de gran ayuda en las decisiones del almirante John Godfrey, director de inteligencia naval; sin embargo, unos documentos oficiales británicos recientemente desclasificados indican que el MI5 y el MI6 (las caras interna y externa del Servicio Secreto) lo consideraban un estafador.
Y es que una estafa y no otra cosa es la astrología, que funciona mediante el mismo precepto que guiaba a Goebbels para encontrar en Nostradamus fundamento divino al nazismo: se identifican ciertas señales y se las reviste con un disfraz de aparente lógica que convenza al estafado. El éxito de la predicción dependerá siempre del tamaño que tenga la necesidad del estafado de creer que su vida es parte de un entramado misterioso, divino.
Lo del designio misterioso y divino es muy cierto. En los que más se nota ahora es en Bush y en Chávez. Siempre un gusto leerte textos como este, saludos.
Jorge, ¡qué vaina con estos brujos que no adivinan a dónde los llevarán sus propios pasos!