Guillermo Urbizu publicó hoy esta simpática nota sobre las listas-de-libros-más-vendidos con las que lectores y escritores tenemos a menudo relaciones de amor-odio.
¿Los libros más vendidos? Me alegro por ellos. Por los autores. Y aunque de primeras uno sienta un aristocrático rechazo (perdóneme George Steiner), la verdad es que no me importaría estar entre ellos. No tanto por el famoseo como por el dinero. No engaño a nadie. Bueno, y por presumir un poco en mi familia y con los amigos. Por fin el peso y el volumen de todos esos miles de libros que se acumulan en mi casa tendrían un sentido más concreto. Y yo podría por fin decir: «¿Veis como sirvo para algo?».
La cosa me recordó un libro que no me canso de releer, Poeterías, del que publicamos algunos extractos en Letralia 179, y donde Gonzalo Fragui cuenta esta historia de Iris Tocuyo:
La poeta Iris Tocuyo, quien armoniza muy bien la poesía erótica con la poesía infantil, un día se quedó sin aliento al escuchar hablar a algunos de sus familiares.
Uno de ellos preguntaba, sorprendido, a la madre de Iris:
—¿De dónde le habrá salido a Iris esa vena artística? Desde chiquitica era así. En la escuela le gustaban los actos culturales, las obras de teatro, y ahora, miren, la gran poeta que es. ¿Será de ti?
La madre de Iris inmediatamente se defendió:
—De mí no será. Yo he trabajado siempre.