el texto era lo único que tenía vida e importaba, podía estar infectado y ese virus ser traspasado a quien lo leyera. Y en cualquier caso, importaba poco que detrás de un texto hubiera vida, y qué clase de vida había tras cada texto. Lo que importaba de veras es si podía haber vida delante del texto, es decir, después del texto, es decir, si después de leer un texto éste podía merecer el homenaje de ser llevado de alguna manera a la vida. Y la respuesta era sí, el poema importante no es el que nos hace preguntarnos cómo era el poeta que lo escribió sino el que nos convierte en poetas, o mejor, en poesía.
Juan Bonilla, Prohibido entrar sin pantalones (Seix Barral, 2013). Pág. 167.
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