Jurisprudencia será, de ahora en más, un término nada prudente en la casa de Ricardo Piglia. Destaca Juan Carlos el efecto positivo que, al menos en Argentina, tendrá la condena a Piglia y a Planeta para los escritores que, en el futuro, se sientan o, mejor, se sepan estafados por el fallo de un concurso. Y adelanta JC una propuesta que se oye hace años por todos lados:
Que sean los lectores los que den los premios, que dejemos en nuestra lengua de necesitar el «imprimatur» de las voces autorizadas (académicos, editores, agentes, críticos) para que podamos ver publicados los libros que queremos leer.
Categoría: Fraudes y engaños
eso, Jorge, que no acallemos el tema, no para escarnio de Piglia, sino para que de una vez despierten los escritores y sepan que literatura y mundo editorial son dos universos distintos.
Pero es de justicia no incluir en esto de los concursos amañados a justos y pecadores; hay que irse con cuidado, pero con firmeza.
Gracias pro la mención, soy nuevo en esto y veo que los blogs son botellas al mar comunicantes.
Un abrazo
Como escritor no estoy de acuerdo en dejar los fallos en manos de «los lectores». Prefiero que, en última instancia, sea un escritor consagrado el que me premie. Para mí, a más valía el jurado, más valía el premio.
Por otro lado «los lectores» son, lamentablemente, aquellos que corren a las librerías en busca del último Harry Potter o compran libros de autoayuda y reiki, matando de esa manera la ficción. NO QUIERO que un lector así juzgue la obra de un autor de ficción, sería ridículo.
Saludos.
es un tema arduo, Cattel.
El arte -y el arte de la escritura- navega entre dos aguas, ambas turbulentas. Por un lado, es verdad que los lectores corren detrás de Harry Potter – comentario: es un enigma editorial por qué los adolescentes, que no les gusta leer, se tragan tochos de 500 páginas como los Potter; todas las editoriales de literatura infatil en España rechazaron a Harry Potter porque no creyeron que el niño y adolescente español compraran semejante mamotreto. Finalmente lo publicó una editorial que «no era» de literatura infantil, Salamandra, y se hizo de oro. Todavía deben de estar dándose con una piedra en los dientes los editores que rechazaron tal negoción – Es un enigma editorial, repito. Pero a los niños que son exigentes se hemos de creer en los especialistas lo adoptaron como lo hicieron con Peter Pan y con Alicia, best sellers en su momento. Alguna virtud literaria deben de tener los Potter, digo yo. Corren detrás de otros libros -cierto. Pero corren detrás de Cien años de soledad y de EL nombre de la Rosa, célebres «antes» de que la academia les diera el visto bueno. De hecho, la academia les dio el visto bueno «porque» los lectores se lo dieron primero. Lo mismo ha ocurrido con Soldados de Salamina y con La sombra del viento. Desde luego, siempre se antepone el criterio de un editor que decide publicar tal o cual libro. Pero tengo entendido que en países como Estados Unidos e Inglaterra, la recepción por parte de lso lectores es quizá lo más importante, y lso premios se reciben después de que el libro está publicado y porque el público lo ha acogido favorablemente. En lengua española hacemos al revés: le damos un premio a un libro (no estoy discutiendo calidades literarias ahora mismo), unos cuantos entendidos (profesores, críticos, escritores «consagrados», etc.) le dan el «imprimatur» a una obra y acto seguido se publica anunciando que ya el sanedrín lo ha aprobado. Esa es una práctica del siglo XVII, siempre hay el maestrillo que decide qué es bueno para los «simples» y qué no.
Es allí donde yo prefiero que los «simples» decidan, y que no sea el gusto de un reducido grupo de «inteligentzias» que no pocas veces sólo escuchan «la voz de su amo», o sea del que les paga. Que decidan los lectores, eso es impepinable, porque a la larga son los lectores los que deciden: es la forma como trasciende una obra.
pero repito, es un tema arduo y que hay que pensar y discutir con cuidado.
saludos.
Dos cosas asaltaron mi mente al leer tu comentario, Cattel: 1) si los lectores son tan despreciables, ¿tons para qué escribimos?; y 2) ¿de qué vale tener a Benedetti de jurado si al final el premio ya está decidido?
El caso Piglia nos recuerda una vez más que los premios literarios son más una lotería que un reconocimiento a tu obra. Esto es algo que nos atañe a todos (al menos a todos los que alguna vez hemos ganado alguno o a quienes hemos participado), pues no hay que ser un gran clarividente gitano para saber que los premios son casi la única manera de obtener algún dividendo de lo que uno escribe.
A menos, claro, que uno escriba best-sellers como los de Rowling o Coelho, o que sea tan reconocido como García Márquez.
Supongo que en las actuales circunstancias es utópico esperar que la propuesta de Juan Carlos se materialice. Pero, como bien dice él, es algo que hay que sentarse a discutir cuidadosamente, porque por muchos juicios que se realicen dudo que las editoriales dejen de conceder premios a libros que (al menos) esperan sean éxitos de ventas.
No comparto la idea de los lectores como jurado. El hecho de que existan concursos arreglados de antemano, no puede llevar a pensar que todos son así, y muchos menos que la gente que la encargada de la selección va a prestarse a semejante desprestigio. Los lectores componen un espectro muy amplio, e importante, a la hora de evaluar un libro, pero si se acude a un jurado especializado, es por ahondar en criterios de selección, objetividad y riqueza del lenguaje, no para crear una elite lectora.
Atención: cuando hablo del juicio de los lectores me refiero a que es la recepción del lector la que legitima, en EEUU o en UK, el éxito de un libro. Una editorial, con sus editores, lectores y asesores, hace una apuesta; publica un libro; y espera que los lectores respondan. Hay premios para reconocer que un libro ha tenido una recepción mayor que otro (el Pulitzer, el Bookers, etc.). Esto no quiere decir que los lectores decidirán si se publica un libro o no, sino si lo leerá o no: me parece que de esta manera el libro tiene más oportunidad de defenderse solo, de que sea la lectura del mismo lo que lo haga exitoso -o no. Pero repito, hay que pensarse muy mucho estas cosas. Saludos.