En mayo se reunieron en Madrid varios narradores peruanos para analizar, faltaba más, la narrativa peruana. Vaya usted a saber por qué escogieron Madrid para reunirse, pero tal como están de caldeados los ánimos mejor ni preguntar.
De cualquier forma, quizás ni siquiera tengan tiempo de contestarnos, y es que la razón de los ánimos caldeados es la polémica central del congreso: escritores de provincia vs. escritores limeños. La cosa se ha planteado de diversas maneras, como decía Mario Wong en un artículo publicado (entre otros nichos virtuales) en Letralia:
Se suele pensar la literatura peruana en términos dicotómicos: provincias/Lima, Andes/Costa, telúricos/cosmopolitas (Perú/mundo), lo que nos lleva a la ya vieja polémica o, mejor dicho, desencuentro inútil, entre Julio Cortázar y José María Arguedas o, en años más recientes, al controvertido libro La utopía arcaica (1996) de Mario Vargas Llosa, sobre la obra de este último escritor. Aquí nos movemos en la problemática del debate entre la tradición y la modernidad (o, en términos maniqueos, entre barbarie y civilización).
Los interesados en el tema podrán adquirir mayores luces en el dossier publicado por la revista Ómnibus, así como en el seguimiento que ha hecho Iván Thays en su Moleskine.
El tema no es nuevo ni es exclusivo del Perú. Ya alguien ha salido a replicar que Vargas Llosa nació en Arequipa (igualmente otros renombrados autores peruanos nacieron en la provincia), pero según entiendo la discusión no se está enfocando en la circunstancia geográfica del nacimiento de los implicados, sino en cómo las riquezas informativas, mediáticas y editoriales se maldistribuyen en los dos polos de la demografía cultural: la capital y la provincia.
Hace años escribí sobre esto pero, por supuesto, desde la perspectiva venezolana. Quiso la casualidad que el artículo donde me refiero a estas dicotomías fuera publicado, justamente, en Ciberayllu, que para más señas es una excelente revista peruana. El tema admite profundidades exquisitamente intrincadas: ¿permanecer en la provincia me hace más auténtico o es sólo que no soy tan arriesgado como los que se marcharon a los centros de poder?, ¿la ciudad me deshumaniza o sólo me convierte en otro tipo de ser humano?, ¿debo defender mi identidad nacional o acaso tengo derecho a escribir lo que me venga en gana? ¿Es cierto que el peruano Vargas Llosa falleció trágicamente en 1970, como dice Dante Castro? ¿Es cierto que el venezolano José Balza no nació nunca, como digo yo, ah, y como también dice Ibsen Martínez?
Si no me creen cuando digo que es una discusión vetusta, créanle a Antonio Machado. En 1913 el poeta se hallaba en Baeza, y lejos de lamentarse por tamaña provincialidad, le escribía a Unamuno: «Esto es España más que el Ateneo de Madrid». Y agregaba:
Yo no me atrevo a decir en público ciertas cosas, por miedo a que se me crea defensor de la barbarie nacional, pero temo también que se forme en España cierta superstición de la cultura que puede ser funesta. Me parece muy bien que se mande a los grandes centros de cultura a la juventud estudiosa, pero me parece muchísimo mejor la labor de usted cuando nos aconseja sacar con nuestras propias uñas algo de nuestras mismas entrañas.
O sea, que todo es relativo. ¿No?
Jorge, yo creo que el mundo está siendo corroído por una ladilla gigantesca. Todas las discusiones hieden, todos los argumentos están secos… Cada día hay menos espacios importantes y, a la vez, hay más gente queriendo acceder a ellos. Por eso es que los razonamientos se empichan. Como nadie quiere decir nada nuevo porque eso lo pondría fuera de la discusión que da la posibilidad de acceder al espacio anhelado, pues nos quedamos rondando sobre lo mismo, sobre lo mismo, sobre lo mismo una y otra vez.
Esos espacios «importantes» son aquellos que dan plata, prestigio, chicas y tragos gratis a granel… Es decir: todo lo que queremos los seres humanos sin mucho esfuerzo.
Un abrazo.
R.E.
Excelente el post: en alguna parte leí – uno de tus cuentos? – sobre la supicisión relativa a los escritores como una cofradía, que se apoyan, premian, alaban a si mismos…solo pensar que eso es así me indignó. Me quedó con estas polémicas, con los puntos de vista disísmiles, con los «enfant terrible» como Ibsen: me parece no solo más honesto, sino mas libre. Respecto a la capital y la provincia, pues Venezuela es emblemática: Caracas es Caracas y lo demás en monte y culebra, y esto incluye las artes.
Esta es una de esas discusiones sobre las que prefiero callar, ya me dirás vos en qué termina y en qué le beneficia a la literatura.
Te dejo mi abrazo y mi saludo amigo.
Imagino que en cualquier pais, con menos o más lectores de diarios, siquiera, esta polémica apenas alborotará el cotarro literario. Aquí en Perú sólo se sacan los ojos quienes se sienten consagrados en el mundillo cultural, sección literatura. Con tribuna en la Prensa o sin ella. Las aguas, así no lo quieran los «polemistas», sigue calmas.