Yo estaba en Viena, de esa parte no recuerdo nada más; luego venía a Praga, me había olvidado de su dirección, no sólo la calle, sino también la ciudad, todo; solamente se me ocurrió de algún modo el nombre Schreiber, pero no sabía qué significaba. Por lo tanto, la había perdido para siempre. Desesperado, realizaba diversos intentos muy ingeniosos, que, sin embargo, no sé por qué, no llegaban a término, y de los cuales sólo recuerdo uno. Escribía en un sobre: «Milena», y a continuación: «Se ruega entregar esta carta a su destinataria, si no el Tesoro nacional sufrirá una pérdida considerable». Mediante esta amenaza esperaba poner en movimiento todos los recursos del Estado para descubrir su paradero. ¿Astuto? No piense mal de mí por esto. Únicamente en sueños soy tan siniestro.
Franz Kafka, Cartas a Milena.