El 14 de julio de 1977, quince o veinte mendigos de San Miguel de Tucumán, en Argentina, fueron subidos a un camión y abandonados a su suerte en el desierto de Catamarca. La inminente visita del presidente Videla hacía imperativo limpiar la ciudad y así lo dispuso el gobernador militar de la provincia, Antonio Domingo Bussi.
Uno de los seis o siete que sobrevivieron contó que Pachequito enloqueció de sed y murió al internarse en el Salar de Pipanaco, veinte kilómetros al sur de donde lo habían abandonado, confundiendo la blancura candente de la sal con las aguas del paraíso terrestre. Otros aparecieron un día cerca de Los Varela, en una ruta de camiones, tan desarrapados y agonizantes que, cuando los llevaron a un hospital, nadie pensó que tuvieran aliento para contar lo que les había pasado.
El 10 de enero de 2004 Tomás Eloy Martínez publicó en La Nación su artículo «La expulsión de los mendigos», en el que cuenta la historia basándose en el reporte de un historiador. Cuatro meses después, en mayo, el ahora anciano A. D. Bussi demandó a Martínez por daños y perjuicios, ya que el escritor calificaba al ex gobernador de «pequeño tirano» y «feroz exterminador de disidentes», entre otras cosas.
El juez Daniel Alioto no sólo le dio la razón al autor de Santa Evita, sino que además estableció que el artículo no lesiona la reputación de Bussi —quien, por supuesto, tendrá que pagar las costas del juicio—, ya bastante maltrecha de antemano por los antecedentes del milico y por «los registros de algunas circunstancias de su actuación pública en la época que se verificó la exclusión de los mendigos». A veces, a veces ganan los buenos.
Alguna justicia queda… Buena nota, Jorge.
Luis